Mi amigo Jose Antonio en la foto
Por muy bien que nos vaya nuestra vida diaria, siempre hay un pero. Problemas en el trabajo, problemas por falta de él, problemas con los compañeros, con el jefe, con la jefa, con los hijos, con los hermanos, y bla, bla, bla. Nadie está libre de nada, el que no haya pecado, que tire la primera piedra, o algo por el estilo he leído por ahí.
A mí correr me alivian todos mis males, con ese acto de correr kilómetros tras kilómetros, me aparta por una hora y mas de todo lo negativo.Muchas veces incomprendido por seres muy cercanos a mi persona, siempre me ha dado igual, ya soy grandecito para saber lo que es y no es bueno para mi. Estoy convencido que si no hubiera sido por ese gusto mío de gastar zapatillas, no sería la persona que soy actualmente. Con unos problemas y una muy mala racha pasada en mi vida personal, el correr me aliviaba mis penas, mi soledad forzada, mis fracasos personales, mis sueños incumplidos. Correr era mi único y fiel amigo y compañero, corriendo encontraba mis acertadas respuestas a mis preguntas. Contra mas enfurecido estaba, mas kilómetros hacía, o con mas intensidad y aveces gritaba por esos lares con un fuerte grito pidiendo esa ayuda que no encontraba en la soledad de mi entorno.
¡Correr! cuanto le debo al correr a diario, a mi alma y a mi salud. Cuantas miles de calorías he gastado en estos diecisiete años en el mundillo. Kilos y kilos de grasas consumidas que me hacen aflorar unas piernas fibrosas y un vientre plano. Presumo de mi talla de pantalón, la misma de cuando tenía 25 años, presumo (siempre en mi interior) de saber que éste domingo, aunque esté tumbado en la arena del la playa con una cerveza helada, he cumplido con mis deberes y he realizado una veintena de kilómetros por esos caminos de Dios. Si, todo gracias al Correr, ese deporte aveces desagradecido pues nuestras marcas no acompañan a tantísimo esfuerzo, pero que tanto nos aportan. No dejare de correr, aunque sea a 8 el kilómetro, nunca, jamás.