Fue una tarde desapacible, fría y muy ventosa. Mis pasos eran torpes y blasfemaba en arameo por todo. Era una tarde en que todo me estorbaba, andarines, mujeres con carritos, monopatinistas, patinadores, es decir, todo lo que se me ponía a tiro de piedra. Me hubiera gustado que de repente fuera una madrugada del mes de julio, en donde no se ve un alma, en donde solo llevo lo imprescindible por la suave temperatura. Así que me volví en el kilómetro cuatro y medio y seguía el maldito viento. Que era, poniente o levante o ambas cosas, me preguntaba.
Llegué al final desmotivado por las pésimas sensaciones, pero se que solo fue una mala tarde...eso, eso, una mala tarde
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