El primer día tocaba descansar, el segundo, amanecí con dolor de cuello por una mala postura y hoy me han surgido unas series de gestiones que no he podido dejar. Se que no vivimos de ésto y bla,bla,bla pero salir de la rutina diaria de hacer kilómetros por esos lares, es de lo peor que me puede pasar. Lo digo muy convencido ya que correr, para mí, es un acto de fe.
Y aquí estoy, con mis cavilaciones preguntándome el porqué no he salido en esa dos horas en la que me he podido escapar a correr. A pesar de ser un acto de fe, la pereza también hace mella en mi y no he aprovechado en ese par de hora una salida, aunque sea corta, de siete o ocho kilómetros. No hay vuelta atrás, lo perdido al río, mañana será otro día y no habrá un cuarto sin correr.
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